Según la Organización Mundial de la Salud, la tuberculosis es la segunda causa de muerte, después del SIDA, ocasionada por un agente infeccioso y aproximadamente un tercio de la población mundial está infectada por el bacilo que la causa, Mycobacterium tuberculosis, aunque sólo una parte desarrolla la enfermedad.
En Rosario, investigadores y becarios del CONICET tratan de encontrar nuevas vías para combatir la tuberculosis desde dos puntos de vista diferentes. Por un lado, el grupo a cargo del doctor Hugo Gramajo del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario focaliza su investigación sobre un punto clave para la subsistencia de la bacteria de la tuberculosis: la síntesis de lípidos. Por otro lado, el equipo de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario dirigido por el doctor Oscar Bottasso estudia de qué manera responde el sistema neuroendocrino de los pacientes ante el proceso infeccioso desatado por Mycobacterium tuberculosis.
Atacar a la bacteria
“La tuberculosis sigue siendo una enfermedad vigente, en el año 2011, un millón y medio de personas murieron por esta enfermedad y ocho millones setecientos mil la contrajeron, según la Organización Mundial de la Salud”, afirma el doctor Gramajo. En este sentido, la doctora Gabriela Gago, miembro de su equipo, subraya la necesidad de encontrar nuevas drogas: “las que existen requieren tratamientos prolongados, de hasta 6 meses, que muchas veces no se cumplen, lo que a su vez lleva a la aparición de cepas multiresistentes difíciles de combatir con las drogas actuales”.
En el IBR, el doctor Gramajo y su equipo estudian cómo se regula la producción de lípidos en la bacteria de la tuberculosis debido a la relevancia que tiene para la composición de su membrana externa que le confiere resistencia a muchos antibióticos. “La idea fundamental de nuestro laboratorio es estudiar cómo se mantiene el balance en la síntesis de los distintos componentes lipídicos que forman parte de la envoltura celular de Mycobacterium tuberculosis para que ésta bacteria sea viable”, cuenta el doctor Gramajo y explica que “si entendemos esto, podríamos buscar la forma de desregular ese balance y de esa manera provocar la muerte del agente patógeno”.
La doctora Gago aclara que la producción de lípidos en este microorganismo ya es blanco de antibióticos que inhiben las proteínas que la controlan. “Nosotros vamos a intentar alterar un lugar que se ubica ‘arriba’ de las proteínas de síntesis lipídica, específicamente las involucradas en la regulación de estas vías de síntesis”, indica la investigadora. El grupo busca comprobar si esta regulación es esencial para la subsistencia de la bacteria lo que la convertiría en un punto débil que podría ser atacado por nuevas drogas. “Estos fármacos podrían inhibir el crecimiento del microorganismo en los casos en que los medicamentos actuales no son eficaces, ya que contarían con un mecanismo de acción diferente”, precisa el doctor Gramajo.
Para hacer estos estudios, los investigadores trabajan con una bacteria modelo – Micobacterium smegmatis- que si bien tiene características similares a la de la tuberculosis, no es patógena lo que facilita su manipulación. “De todas formas, es necesario hacer algunos estudios en la bacteria patógena, pero para ello se debe contar con un laboratorio con mayores niveles de seguridad biológica, denominado P3”, afirma la doctora Gago. “En la provincia de Santa Fe no existe un laboratorio con esas características”, agrega el doctor Gramajo. Por esta razón, el grupo de investigación está realizando esfuerzos para instalar uno en el IBR. Ya cuentan con el espacio físico y con algunos equipamientos obtenidos a través de un subsidio del National Institute of Health de Estados Unidos, otorgado al Dr. Gramajo y están buscando financiamiento para acondicionarlo. Recientemente, la doctora Gago recibió un subsidio de la fundación Bunge y Born que será destinado enteramente al nuevo laboratorio.
Interacción humano-bacteria
Por su parte, el grupo del doctor Oscar Bottasso estudia la interacción entre la bacteria que produce la tuberculosis y los sistemas inmune, nervioso y endócrino de quienes sufren la enfermedad. Según explica el investigador, el microorganismo está muy adaptado al hombre, su hospedador natural, y ha desarrollado estrategias para manipular su respuesta inmune.
Por ser una enfermedad infecciosa crónica, la tuberculosis es capaz de alterar la comunicación entre el sistema inmune y el neuroendócrino. Una de sus consecuencias, es que los productos de las células del sistema inmune bloquean la producción de una hormona, denominada dehidroepiandrosterona (DHEA), que es importante para la recuperación de los pacientes. “La resolución de la infección crea un patrón entre productos inmunológicos y hormonales que en términos de defensa del cuerpo no es el mejor”, señala el doctor Bottasso.
A partir de estos estudios, los investigadores buscan nuevas vías para que el paciente se reponga antes o en mejores condiciones. Una opción sería alentar la producción de las hormonas beneficiosas que son inhibidas por el proceso infeccioso. Otra, implicaría diseñar lo que los investigadores llaman análogos de las hormonas que, según explica el doctor Bottasso “son compuestos parecidos a las hormonas con sus efectos beneficiosos aplicables a nuevas alternativas terapéuticas”.
Para realizar sus investigaciones, los científicos hacen el seguimiento de pacientes con tuberculosis durante todo su tratamiento desde la detección de la enfermedad hasta la recuperación. Estas personas asisten a los centros de salud públicos de Rosario y Granadero Baigorria.
Grupos de investigación
Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario
Investigadores: Gabriela Gago, Lautaro Diacovich, Hugo Gramajo
Becarios: Sonia Mondino, Julia Lara, Bernardo Bazet-Lyonnet, Meli Tsai, Matías Cabruja
Facultad de Ciencias Médicas, UNR
Investigadores: Dras. María Luisa Bay, Bettina Bongiovanni y Silvana Spinelli
Becarios: Dr. Luciano D´Attilio, Dra. Natalia Santucci y Lic. Ariana Díaz